No se dejen engañar, el programa de esta noche es una trampa. No están sentados en el claustro de un convento mallorquín. En realidad, cuando empiecen a escuchar la música con los ojos entrecerrados, verán que les han invitado a un palacio veneciano. Están sentados en medio de nobles venecianos, mercaderes, visitantes y amigos de la casa. El señor, hoy, quiere mostrar la magnificencia de su palacio y les ha invitado. También ha invitado a los músicos más ilustres de la región: Claudio Monteverdi y Antonio Vivaldi.

Ambos se han rodeado siempre de los mejores intérpretes. Saben que su música sobresale en manos diestras y entrenadas. Y esta noche han decidido que mostrarán un abanico variado de sus mejores composiciones, aunque el señor Monteverdi (1567-1743) está presente únicamente como maestro de capilla de San Marcos de Venecia, y está dispuesto a mostrarles los nuevos recursos musicales que ha ideado y que aplica también a la música sacra. Y así, esta transcripción para cuerdas del Adoramus te, SV 289 mostrará que ya se deja atrás el bello contrapunto imitativo del Renacimiento (conocido como prima practica) y mira hacia la modernidad, hacia los acordes armónicos, verticales, de voces e instrumentos: la seconda practica. Verán la sutileza creada en los movimientos armónicos pensados ​​para generar tensiones y resoluciones que capturan las emociones.

El otro invitado, el maestro Antonio Vivaldi (1648-1741), es un hechicero de la melodía que seduce con el Adagio del Concierto para violín en la mayor RV 768, las cuerdas sobre un ostinato que casi es una sombra armónica ligerísima. El Concierto para violín en la menor RV 356 es uno de los más conocidos por los estudiantes del instrumento, y aquí trabaja ya en dos elementos comunes en su música: la forma ritornelo y la belleza y expresividad del dibujo melódico.

Seguro que reconocerán las fascinantes melodías de los conciertos llamados Las cuatro estaciones. Basados ​​en cuatro sonetos que parecen ser escritos por el propio compositor, describen las escenas que cada concierto ilustrará con música. Lo que quizás no sea tan conocido es que son los cuatro primeros de un grupo de doce conciertos conocidos como l cimento dell’armonia e dell’inventione publicados en 1725. Su título es indicativo de lo que quiere mostrar Vivaldi en esta recopilación: las bases de una armonía hermosa y bien trabada, además de un lenguaje abierto a la imaginación y la fantasía.

A lo largo de Las cuatro estaciones podrán oír pájaros, arroyos, tormentas, danzas, la gracia del otoño y el frío tembloroso del invierno. La música elabora sus descripciones mediante el juego entre los miembros del grupo, ya sea tocando todos a la vez (tutti), o bien con sonoridad de menos instrumentos (concertante) o bien tocando a solo, que a veces es realizado por dos instrumentos casi en diálogo, como en el primer movimiento de La primavera. Uno de los elementos que Vivaldi trabaja en estos conciertos es la forma ritornelo ya citada, una estructura que presenta una sección que se repite (estribillo), y que permite insertar, en medio, estas secciones de solo o solistas en diálogo. Siempre está presente la alternancia de movimientos rápidos/lentos.

Todas estas formas de relación sonora se pueden ver también en el espléndido Concierto para violín en re menor RV 813. Estructurado en seis movimientos que alternan diferentes tempos, son de producción más temprana (c.1705-1710), y se acercan al concepto de suite instrumental, aunque Vivaldi lo titula como concierto. Quizás porque, verdaderamente, piensa más bien en la parte de solo instrumental presente, que, efectivamente, es más común a la forma del concerto.

El maestro Vivaldi, esta noche, comparte también tres perlas de su producción: el Preludio improvisado y el segundo movimiento del Concierto para violín en la menor RV 357, la «Tempesta di mare», de la ópera La fida ninfa y «II Ciaconna» del Concierto para violín RV 370.

Sin embargo sabe que, al salir de este patio veneciano, sus melodías todavía vivirán un buen rato en su cabeza y en su vida.