VIERNES, 22 h
30/08/2024
ORQUESTRA de la
COMUNITAT VALENCIANA
titular del PALAU DE LES
ARTS REINA SOFÍA
Sergey KHACHATRYAN, violí
James GAFFIGAN,
director titular
PROGRAMA
Simfonia núm. 3 en fa major, op. 90 (1883)
Johannes Brahms (1833 – 1897)
I. Allegro con brio
II. Andante
III. Poco allegretto
IV. Allegro
PAUSA
Concert per a violí en re menor, op. 47 (1904)
Jean Sibelius (1865 – 1957)
I. Allegro moderato
II. Adagio di molto
III. Allegro, ma non tanto
Obertura Leonora núm. 3, op. 72B (1806)
Ludwig van Beethoven (1770 – 1827)
Orquestra de la Comunitat Valenciana
La Orquestra de la Comunitat Valenciana (OCV) fue fundada en 2006 por Lorin Maazel, su primer director musical. En poco tiempo, la formación titular del Palau de les Arts se ha labrado un prestigio entre el público y la crítica, y ha alcanzado un alto nivel artístico que la sitúa entre las mejores orquestas de España y una de las más importantes creadas en Europa en los últimos años. Este reconocimiento se ha forjado también gracias a la presencia de Zubin Mehta en las primeras temporadas, sobre todo con el recordado Anillo wagneriano, y a maestros de la talla de Riccardo Chailly, Valery Gergiev o Gianandrea Noseda. Desde septiembre de 2021, el estadounidense James Gaffigan es el director musical de la formación.
Elogiada por la calidad de sus músicos y por ser un conjunto versátil capaz de interpretar con admirable personalidad tanto ópera como música lírico-sinfónica, la OCV prosigue su trayectoria profesional impulsada por primeras figuras de la dirección orquestal, entre ellas Daniele Gatti, Fabio Luisi, Mark Elder o Antonello Manacorda, y amplía su repertorio operístico de la mano de reconocidas batutas internacionales especializadas en diferentes estilos, como Marc Albrecht, Maurizio Benini, Cornelius Meister, Riccardo Minasi y Marc Minkowski. Además, afianza la colaboración con los principales directores españoles que más proyección tienen fuera de nuestras fronteras, entre ellos Gustavo Gimeno, Pablo Heras-Casado, Juanjo Mena y Josep Pons.
Sergey Khachatryan
Violín
Nacido en Ereván, Armenia, Sergey Khachatryan ganó el primer premio en el VIII Concurso Internacional Jean Sibelius de Helsinki en el 2000, convirtiéndose así en el ganador más joven de la historia de este concurso. En 2005 obtuvo el primer premio en el Concurso Queen Elisabeth de Bruselas.
En la pasada temporada, la presencia internacional de Sergey lo llevó a actuar con la Dresdner Philharmonie (Emmanuel Tjeknavorian), la
Orquesta Sinfónica Nacional de Corea (Oksana Lyniv), la Orquesta del Ulster (Daniele Rustioni), la Orquesta Nacional de Bélgica (Michael Schønwandt), la Sinfónica de Queensland (Otto Tausk), o la Auckland Philharmonia (Chloé van Soeterstède), y a hacer una gran gira norteamericana con la Filarmónica Nacional de Armenia, entre las que se encontraban las grandes salas del Roy Thomson Hall de Toronto, la Maison Symphonique de Montreal y el Carnegie Hall de Nueva York.
En esta temporada 24/25, Sergey volverá o hará su debut en orquestas como la Orchestra Accademia Santa Cecilia (Myung-Whum Chung), la Orquesta Sinfónica Nacional de la RAI (Cristian Macelaru), la Mozarteum Orchester Salzsburg (Han Na), o la San Diego Symphony Orchestra y la Orquesta Sinfónica de Montreal con Rafael Payare. En España, lo hará con la Orquesta de la Comunidad Valenciana (James Gaffigan), la Orquesta Sinfónica de Galicia (Anja Bihmaier), la Orquesta Sinfónica de Bilbao (Joana Carneiro), la Orquesta Sinfónica de Barcelona (Ludovic Morlot), o la Orquesta de Valencia con Alexander Liebreich.
En marzo de 2024, Sergey lanzó su último CD en el que ha grabado las seis sonatas de Ysaÿe. Lo que hace especial este proyecto es que están grabadas con el Guarneri del Gesù «Ysaÿe» de 1740, el instrumento del propio compositor y violinista.
James Gaffigan
Director musical
James Gaffigan es aclamado por su musicalidad y una forma natural de dirigir. Destaca internacionalmente como uno de los directores estadounidenses más relevantes del panorama musical. Es director musical del Palau de les Arts y de la Komische Oper de Berlín, así como principal director invitado de la Orquesta Filarmónica de la Radio de los Países Bajos y de la Trondheim Simfoniorkester & Opera. También es director musical de la Verbier Festival Junior Orchestra. Su periodo como director titular de la Sinfónica de Lucerna ha influido considerablemente en el perfil de la orquesta, incrementando giras y grabaciones, siempre con gran éxito.
Colabora con las orquestas más importantes, entre las que destacan Concertgebouw de Ámsterdam, París, Nacional de Francia, Age of Enlightenment, Radio de Baviera, Deutsches Symphonieorchester de Berlín, Staatskapelle de Dresde, Tonhalle de Zúrich, Metropolitana de Tokio, las sinfónicas de Londres, Viena, WDR de Colonia y la BBC, además de las filarmónicas de Los Ángeles, Londres y Múnich. En Estados Unidos ha dirigido las filarmónicas de Nueva York y Los Ángeles, las orquestas de Cleveland y Filadelfia, así como las sinfónicas de Chicago, Montreal, Pittsburgh, San Luis, San Francisco y Toronto, entre otras. Como director de ópera, Gaffigan es asiduo en el Metropolitan de Nueva York, Múnich, Viena, Hamburgo, Chicago, Zúrich, Ámsterdam y Glyndebourne.
Gaffigan obtuvo el primer premio en el Concurso Internacional de Dirección Sir Georg Solti en 2004. Desde 2009, durante un periodo de tres años, fue director asociado de la Sinfónica de San Francisco, un puesto que perfiló para él Michael Tilson Thomas. Con anterioridad había sido asistente de la Orquesta de Cleveland, donde trabajó con el maestro Franz Welser Möst. En Les Arts ha dirigido Requiem de Mozart, con puesta en escena de Romeo Castellucci, Wozzeck, La bohème, Tristan und Isolde, La dama de picas, Die Zauberflöte y varios conciertos.
PEQUEÑO TRATADO SOBRE ROMANTICISMO
Bàrbara Duran Bordoy
Los tres protagonistas de hoy permiten vislumbrar el desarrollo del movimiento romántico a lo largo del XIX; los cimientos estéticos y orquestales de Beethoven, la exuberancia y solidez de Brahms, y la inspiración en las raíces musicales tradicionales que marcan el nacionalismo de Sibelius.
Es más que conocido el miedo que tenía Brahms al género sinfónico, que consideraba que había alcanzado la cumbre máxima con la figura de Beethoven. La bonhomía de Johannes Brahms (1833 – 1897) era una de las características que lo definían, pero detrás de su figura de compositor arraigado en la tradición y de estructuras formales impecables se encuentra uno de los creadores musicales con el corazón más romántico y apasionado de toda la segunda mitad del siglo XIX.
Antonin Dvorak le había visitado en Viena en 1883, y Brahms le tocó el primer y último movimiento de esta sinfonía. Dvorak ya notó la gran belleza de los motivos melódicos que contiene la Sinfonía nº. 3; su gran amiga Clara Schumann también captó la condensación formal de cada uno de los cuatro tiempos. Y éste es uno de los elementos que destacan de esta sinfonía: su gran densidad, cohesión y un ritmo variable que se mueve entre los acentos binarios y ternarios. Hay que añadir una armonía que oscila entre el modo mayor y menor, un rasgo que permite a Brahms capturar todas las tonalidades emocionales.
La tercera de sus sinfonías puede ser definida como un río de emociones que, a menudo, descolocan las del oyente. En el primer tiempo, se van abriendo paso de forma tumultuosa los distintos temas. Brahms usa magistralmente el viento madera para marcar intersecciones que calman la voz de las cuerdas, que se alzan de vez en cuando en oleadas enérgicas y apasionadas que fluctúan en medio de una gran riqueza rítmica; se encadenan los motivos con ligereza, interrumpidos por las pequeñas pausas de los instrumentos de viento que marcan el desarrollo temático. Encabeza el segundo movimiento un inicio plácido, las ideas melódicas se van desarrollando entre breves pasajes de calma, para reanudar un carácter más airoso. Es difícil definir el tercer movimiento, de una delicadeza única. El alma del romanticismo más puro vive en esta joya de la escritura orquestal, no hay grietas en una música que captura esa belleza huidiza.
La energía del primer movimiento vuelve en el cuarto. Brahms usa motivos de secciones anteriores, como el primer tema del segundo movimiento, un rasgo que cohesiona el material y que le acerca al diseño de un poema sinfónico, con una idea programática detrás.
El Concierto para violín en re menor de Jean Sibelius fue rehecho, porque el primer estreno (1904) no salió nada bien… Sibelius piensa más bien en un protagonismo continuado del violín y más vale prepararse para un concierto de gran dificultad técnica. Ya en el inicio, el solista emerge con una voz casi irreal que agita una orquesta casi callada; este diálogo incansable entre solista y orquesta se mantiene a lo largo de los tres movimientos, Sibelius lo combina con pequeños grupos instrumentales que despegan con personalidad propia lejos de un simple acompañamiento, rasgo que le acerca al género sinfónico. El aroma del mundo irreal vuelve a aparecer de nuevo en el último movimiento, con falsos armónicos a cargo del solista, que intensifican una atmósfera supraterrenal. Sin embargo, el concierto mantiene una extraña calidad: un marcado contraste entre pasajes radiantes de gran belleza y una sonoridad a menudo oscura y tenebrosa.
Beethoven no parecía demasiado amigo de las bromas, pero cuando se programa la obertura Leonora, dan ganas de pedirle: «¿Cuál de todas ellas?». Beethoven no tuvo demasiada suerte con su ópera Fidelio, fue mal acogida; y fue revisando el material, especialmente la obertura. Finalmente, de las cuatro versiones la más tocada es la de esta noche, Leonora nº. 3.
Sin dejar completamente la estructura estándar de la forma sonata, Beethoven va adaptando la aparición de los temas musicales de la ópera: una lenta introducción acaba interrumpida por clarinetes y fagots que recuerdan el aria que canta Florestan en prisión. Los violines contrastan con un tema en forma de arco que dará paso al tema complementario, introducido de forma lírica por flautas y violines. Tras una sección de gran dinamismo, una trompeta lejana anuncia la liberación de Florestan y Leonora; y aquí el maestro Beethoven ya se deja llevar por el desenfreno.
Cuatro intentos, es verdad. Pero Leonora nº. 3 vale la pena.
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